XII
Sí, un río de cenizas se desborda
siguiendo de tu pelo la cadencia,
alba en las flores yertas de prudencia,
perfume de momentos, lengua sorda.
Sí, mi brazo amigo que tu hombro aborda,
te ofrece una fugaz clarividencia
y te esculpe mi boca con paciencia
y beso mancillado que te asorda.
No volverá tu llamativo gesto
su desvarío a encauzar, ni tu frente,
cual reposado lirio, a echar el resto
buscando en lecho azul mi labio hirviente.
No volverán, pero el racimo enhiesto
menos se verá en su tumba silente.
Sí, un río de cenizas se desborda
siguiendo de tu pelo la cadencia,
alba en las flores yertas de prudencia,
perfume de momentos, lengua sorda.
Sí, mi brazo amigo que tu hombro aborda,
te ofrece una fugaz clarividencia
y te esculpe mi boca con paciencia
y beso mancillado que te asorda.
No volverá tu llamativo gesto
su desvarío a encauzar, ni tu frente,
cual reposado lirio, a echar el resto
buscando en lecho azul mi labio hirviente.
No volverán, pero el racimo enhiesto
menos se verá en su tumba silente.
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