Esbozo VII
No me queda paz y yo me deshago
en la flor de nata de tu vientre,
en el lago nítido de tus párpados,
en la corola inversa de tu aliento.
No me queda fe y yo me disperso
por el camino pálido de tarde,
por la noche abierta y degenerada,
por la húmeda acritud de los rosales.
No me queda razón porque enloquezco
como el borde sangrante de un eclipse,
como un fuego sin pasto que lo llame;
y desde mi torre ebria de viento,
desde la amplitud de mis colmenares
desciendo hasta tu pecho como brasa.
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