IV
Como un trombón que melodía aguarda
o la clave perdida de la lira;
como eufórico colibrí suspira
por el néctar que hasta su pico tarda;
así mi pecho, de ansia triste y parda,
ardiendo en el interior de tu pira,
que no ve más allá de donde mira
ni menos que tú, dulce y gallarda.
Y no aprende doliente la gacela
que se elevan los ojos enemigos,
granito de un pudiente dios en vela;
ni olvida qué cipreses son abrigos,
cautivos hermanos en donde apela
mi yo a tus panales y a tus trigos.
Como un trombón que melodía aguarda
o la clave perdida de la lira;
como eufórico colibrí suspira
por el néctar que hasta su pico tarda;
así mi pecho, de ansia triste y parda,
ardiendo en el interior de tu pira,
que no ve más allá de donde mira
ni menos que tú, dulce y gallarda.
Y no aprende doliente la gacela
que se elevan los ojos enemigos,
granito de un pudiente dios en vela;
ni olvida qué cipreses son abrigos,
cautivos hermanos en donde apela
mi yo a tus panales y a tus trigos.
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