Esbozo XXVII
La hoz que en los ojos luces te delata
y las luces de la hoz dicen altivas
que buscan en mí la espigada sangre
y el oro levemente susurrado.
Tu cuerpo es un nial que me fascina,
imán de mi deseo empecinado,
donde la paz no asienta y se termina
bañando las heridas en vinagre.
Ven hasta mí, tersa provocadora,
y en taza de amapola dame el sueño
que gozan sólo los que están vencidos,
y si a la luna la corroen los celos
déjala vagar, inútil demente,
tras la cortina roja del olvido.
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