I
Vienen a mis manos, buscan su hueco,
embebidas de silencio y turgencia,
palomas que ansían besos con urgencia,
separadas de sí mismas por su eco.
Vienen a un testuz nocturno y seco,
a un campo de centeno e indecencia,
buscando esparcirse en la inminencia
de la lujuria y en su ardiente fleco.
Yo vuelvo de la luna que retorna
y en mi ropa la sangre inoportuna
pone un broche de indiscutible sorna.
Ven a verme alguna vez y alguna
siente como a tus ojos los adorna
la sierpe del camino triste y bruna.
Vienen a mis manos, buscan su hueco,
embebidas de silencio y turgencia,
palomas que ansían besos con urgencia,
separadas de sí mismas por su eco.
Vienen a un testuz nocturno y seco,
a un campo de centeno e indecencia,
buscando esparcirse en la inminencia
de la lujuria y en su ardiente fleco.
Yo vuelvo de la luna que retorna
y en mi ropa la sangre inoportuna
pone un broche de indiscutible sorna.
Ven a verme alguna vez y alguna
siente como a tus ojos los adorna
la sierpe del camino triste y bruna.
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