XXX
Piso en la frontera terrible, muero
sobre el coral o nácar de tu pecho;
como azucena viertes sobre el lecho
tu rabia de relente y aguacero.
Tu cuello un arrabal de desespero,
como esbelto lirio nival y estrecho
renace sutil, hervido del ahecho
que hizo algún dios con su divino harnero.
No hubiera un surtidor de ventanales
para mirarte y verte a cada instante
sin falta de recuerdos o fanales;
no hubiera un universo delirante,
un soto con destellos celestiales
de luna en tu collar tan incitante.
Piso en la frontera terrible, muero
sobre el coral o nácar de tu pecho;
como azucena viertes sobre el lecho
tu rabia de relente y aguacero.
Tu cuello un arrabal de desespero,
como esbelto lirio nival y estrecho
renace sutil, hervido del ahecho
que hizo algún dios con su divino harnero.
No hubiera un surtidor de ventanales
para mirarte y verte a cada instante
sin falta de recuerdos o fanales;
no hubiera un universo delirante,
un soto con destellos celestiales
de luna en tu collar tan incitante.
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