XXIII
Paso por ti y en tosca arena inserto
mis pasos cual aguja que se hunde;
bogo en ti cual velero que se funde,
quilla o zarpa, sobre tu pecho incierto.
Debo encauzar mi mano hacia el injerto,
que el bramido de mis dedos lo inunde,
que la timidez del pájaro circunde
la pereza en flor que agita el huerto.
He de llegar al borde de ese prado
cual potro que en la lluvia se encabrita
y prueba de diamantes el bocado,
puro bajel al que la luna incita
con su silencio agrio y trasnochado
y que teme al timón que lo concita.
Paso por ti y en tosca arena inserto
mis pasos cual aguja que se hunde;
bogo en ti cual velero que se funde,
quilla o zarpa, sobre tu pecho incierto.
Debo encauzar mi mano hacia el injerto,
que el bramido de mis dedos lo inunde,
que la timidez del pájaro circunde
la pereza en flor que agita el huerto.
He de llegar al borde de ese prado
cual potro que en la lluvia se encabrita
y prueba de diamantes el bocado,
puro bajel al que la luna incita
con su silencio agrio y trasnochado
y que teme al timón que lo concita.
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