XXIV
Puede nevar pasión desde tu cara,
al aire echar tu piel el desacato,
cuando inventas el desairado trato
que a mí me lanzas cual puñal o jara.
A ese filo tu beso se equipara
mientras me acuerdo del momento grato
en que, mecida al son de tu mandato,
mi testa en tu regazo se acunara;
pues efímeramente iba alumbrando
la primitiva danza de las horas
el cielo y el mundo iba agonizando;
pues manaba un regato, aguas sonoras
que la mística hiedra iban regando
de tus ojos lunares desertoras.
Puede nevar pasión desde tu cara,
al aire echar tu piel el desacato,
cuando inventas el desairado trato
que a mí me lanzas cual puñal o jara.
A ese filo tu beso se equipara
mientras me acuerdo del momento grato
en que, mecida al son de tu mandato,
mi testa en tu regazo se acunara;
pues efímeramente iba alumbrando
la primitiva danza de las horas
el cielo y el mundo iba agonizando;
pues manaba un regato, aguas sonoras
que la mística hiedra iban regando
de tus ojos lunares desertoras.
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