Esbozo III
Tu pecho, agrio limón que un dios travieso
arrojó contra mi cara a la aurora,
envenenado aguijón de luz torpe,
proa rabiosa de subida leche.
Tu vientre, esperanzado, de raíces
voraces que no esperan cortesía
sino aureolas secas y torcidas,
nacidas del sarmiento de mi mano.
Que no daré rosas sino palabras
abruptas o líquidas si se tercia,
sacadas de la mina más oscura.
Que no daré silencios sino flores
perpetuas para siempre, siemprevivas
oblicuas o suspensas de tu aliento.
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