XXVII
La hoz de tus ojos te ha delatado
y su lucir altivo a mí me intriga
pues buscan en el icor de la espiga
el oro levemente susurrado.
Tu cuerpo es el nial más perfumado,
imán que mi deseo desabriga
a una intemperie fugaz y amiga
o a un vinagre sin paz y derramado.
Ven hasta mí, tersa provocadora,
y en taza de amapola dame el sueño
que los vencidos gozaron otrora
y, si a la luna ves fruncir el ceño
de celos, déjala vagar ahora
tras la cortina roja de su empeño.
La hoz de tus ojos te ha delatado
y su lucir altivo a mí me intriga
pues buscan en el icor de la espiga
el oro levemente susurrado.
Tu cuerpo es el nial más perfumado,
imán que mi deseo desabriga
a una intemperie fugaz y amiga
o a un vinagre sin paz y derramado.
Ven hasta mí, tersa provocadora,
y en taza de amapola dame el sueño
que los vencidos gozaron otrora
y, si a la luna ves fruncir el ceño
de celos, déjala vagar ahora
tras la cortina roja de su empeño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario