XXXIII
Sin red tan siquiera, ni con talento
para apagar mi acrisolada duda,
como un clarín vuelve a llamar la ruda
y desenredo rizos en el viento.
Musa sacrílega de mi tormento,
todo lo espero, durazno que saluda
o correhuela fresca que se anuda
a la tierra de tu labio sangriento;
empapado de luz todo lo espero,
girando en el injerto abotonado
que semblan tus pupilas en Febrero,
y esperando mis días se han mojado
con el gorjeo puro de jilguero
Sin red tan siquiera, ni con talento
para apagar mi acrisolada duda,
como un clarín vuelve a llamar la ruda
y desenredo rizos en el viento.
Musa sacrílega de mi tormento,
todo lo espero, durazno que saluda
o correhuela fresca que se anuda
a la tierra de tu labio sangriento;
empapado de luz todo lo espero,
girando en el injerto abotonado
que semblan tus pupilas en Febrero,
y esperando mis días se han mojado
con el gorjeo puro de jilguero
que en tu huerto la acequia me ha llamado.
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