Esbozo XXIX
Caigo en ti como cae el aguacero
¡Qué arañazo de luto el de tus ojos!
¡Qué bahía de silencio te corona,
acicate que abres en mi costado
un clavel con pétalos como acero!
Caigo en ti como cae el aguacero
y tu cuerpo se hace sediento lodo
que, al límite mismo de mis zapatos,
ladra al algodonal de la pureza.
No sé si es tu aliento o el terciopelo
candente de la grávida mañana
el que trenza las palmas de esta cesta;
no sé a que balcón o precipicio
me asomo cuando acepto tu presencia
dulce como la lágrima del higo.
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