XXXIX
Qué volátil palabra yo te entrego
como vino escanciado, como vino;
qué martirio sonoro yo origino,
olas contra piedras, en cuanto llego.
El nácar de tu cara en su trasiego
o esa lira en que grita tu destino
dame y también tu pálpito felino,
la dormida luna de helado fuego
que se eleva en el decadente cielo.
En un pedestal de marfil te ansío,
en un lecho de exacerbado hielo;
el delirio a ti me induce, es un río,
y piso donde pisa con más celo
tu pie calzado de hondo desvarío.
Qué volátil palabra yo te entrego
como vino escanciado, como vino;
qué martirio sonoro yo origino,
olas contra piedras, en cuanto llego.
El nácar de tu cara en su trasiego
o esa lira en que grita tu destino
dame y también tu pálpito felino,
la dormida luna de helado fuego
que se eleva en el decadente cielo.
En un pedestal de marfil te ansío,
en un lecho de exacerbado hielo;
el delirio a ti me induce, es un río,
y piso donde pisa con más celo
tu pie calzado de hondo desvarío.
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